Utilizamos cookies propias y de terceros para ofrecerle nuestros servicios, mostrar vídeos, obtener estadísticas y ofrecerle publicidad personalizada.
Más información en nuestra política de cookies.
«En el Generalife todo es sencillo e íntimo. No hay nada -arquitectura o naturaleza condicionada por la mano del hombre- que trate de asombrarnos con pretensiones de magnificencia o de monumentalidad»
Leopoldo Torres Balbás
El Generalife, Yannat al-Arif o «jardín del arquitecto» debió ser la finca más destacada de las que se extendían por los aledaños de la Alhambra. Trono de la Alhambra la llama Ibn Zamrak, el gran poeta en la Granada de Mohamed V. La primera referencia sobre ella aparece en la Ihata de Ibn al-Jatib, el cual la incluye entre las diecisiete huertas pertenecientes al Patrimonio Real, destacando de ella la frondosidad de sus árboles, que no dejaban penetrar los rayos del sol, y el encanto y frescor de sus aguas y aire fresco.
Obra del segundo sultán de la dinastía nazarí, Muhammad II (1273-1302), reformado por Ismael I en 1319. situado al pie de una elevación, conocida por Cerro del Sol, está separada de la Alhambra por un barranco, y aunque su actual visita queda unida a la de la Alhambra, en realidad constituye un conjunto totalmente independiente.
Concebida a la vez como jardín y huerta en una organización típicamente musulmana, su emplazamiento al Norte de la Alhambra y frente a la vega granadina es otro exponente de la fusión con la naturaleza que presidió las construcciones en la Granada andalusí. Por ello el palacio, emplazado en ladera y en el centro de la finca, responde a la descripción de vivienda de carácter agrícola que Ibn Luyun hace en su Tratado de Agricultura.
Las cuatro huertas identificadas, de las que al menos una continúa hoy en explotación, son las denominadas Colorada, Grande, Fuentepeña y de la Mercería, que aunque con nombres cristianos debieron corresponder, agrandes rasgos, a las medievales. Estas huertas se extendían en paratas a diversos niveles por debajo del Palacio, que presidía majestuoso toda la extensión, y del que su mirador del Patio de la Acequia era sin duda la joya más destacada. Las huertas alcanzan hasta la Cuesta de los Chinos, que forma una vaguada entre ellas y las estribaciones de la Alhambra, y están todas delimitadas por muros de contención y de separación, alguno de los cuales puede todavía distinguirse.