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La Alhambra firmada

16/11/2004 10:25:00

JLT@DS

 

Dejar huella, la inscripción lapidaria de una visita, de un deseo, de una impresión, y de una compañía convirtió a los palacios nazaríes en singulares muros de firmas. Las paredes de la Alhambra contienen testigos de presencias ilustres y anónimas, en los días anteriores a la aparición de los libros de firmas, cuando los muros encalados de la Alhambra servían de refugio a la población granadina y eran objeto de admiración de los viajeros románticos del siglo XIX.

Hubo un periodo 'okupa' de la Alhambra, que va desde la guerra de secesión hasta la época afrancesada, en el que no existió un orden en el funcionamiento del espacio monumental. El recinto, plaza militar, estaba gobernado por la familia Mendoza gracias a una concesión realizada por los Reyes Católicos, pero los dignatarios alhambreños decidieron apoyar al bando perdedor en la guerra de secesión, de ahí que los borbones decidieran arrebatarles la capitanía general sobre la Alhambra.

Durante un siglo el monumento estuvo abandonado a su suerte. Será en esta época 'okupa' cuando los muchos viajeros y expoliadores dejen sus firmas desperdigadas por los muros alhambreños. Fue durante el reinado de Isabel II cuando se pone orden en el monumento y se crea un libro de visitas ante la costumbre, en este periodo, por parte de los viajeros de dejar su firma en las paredes del espacio nazarí.

La galería Chateaubriand

El establecimiento de aquel libro de firmas acabó con las pintadas descontroladas, pero algunas de ellas han resistido el paso del tiempo para dar testimonio de una serie de visitas en los palacios alhambreños.

La presencia de estos personajes y de sus firmas estampadas en las paredes nazaríes ha dado nombre a algunas de las salas y zonas alhambreñas. Es el caso de la galería de Chateaubriand, situada en uno de los laterales que dan al Patio de Lindaraja, junto a las habitaciones que ocupara el escritor estadounidense Washington Irving. En esa gran sala se comenta que François René, vizconde de Chateaubriand (1768-1848), escritor y político francés, dejó su firma.

Las restauraciones y remodelaciones de la sala acabaron con la impronta del escritor, pero la presencia de la estancia en la Alhambra del poeta quedará fijada en la novela 'El último abencerraje', una historia más de las guerras civiles de la Granada nazarí y que creará toda una leyenda entorno a la sala llamada de Los Abencerrajes, donde Chateaubriand sitúa la ejecución de los miembros más destacados de esta estirpe nazarí, y cuya sangre sigue incorrupta en la fuente de la sala, en forma de mancha rojiza, según la leyenda.

La estancia del vizconde francés durante 1807 en Granada no sólo se debió a su interés romántico por la ruina y el orientalismo sino por la joven Natalie Laborde vizcondesa de Noailles, hermana del escritor Alexandre Laborde, quien publicó 'Voyage pittoresque et historique de l'Espagne'. El 'graffiti' de Chateaubriand quedó plasmado y documentado en las primeras guías alhambreñas. Una simple investigación de la galería pondría al descubierto la firma del vizconde.

Los Ford

La firma de Richard Ford (1798-1856) y de su esposa Harriet quedó estampada en uno de los muros del salón de Embajadores de la Alhambra. El nombre del autor de 'Manual de viajeros sobre España' aparece en mayúsculas junto al año 1831. Bajo la inscripción del escritor se aprecia el nombre de su esposa. Los Ford, quienes se instalaron en Sevilla, desde 1831 a 1833 pasaron los veranos en las alhambreñas habitaciones que ocupara su buen amigo Washington Irving.

A ambos les asombraron las construcciones arquitectónicas de los palacios nazaríes y el clima. Tanto él como Harriet se dedican a la pintura, su afición favorita, siendo los dibujos de su esposa superiores a los que realiza el marido. No obstante el libro de Richard Ford tendrá una enorme influencia, y hará que España se ponga de moda en Inglaterra, y numerosos viajeros, artistas y escritores, vendrán a recorrer los caminos y lugares descritos por este autor.

El nombre de Richard Ford también aparecerá en uno de los lugares más retratados de la Alhambra, en la única columna de alabastro del mirador de Daraxa, una estancia a la que se accede desde el Patio de los Leones y que es considerada la joya de la arquitectura nazarí por su decoración y pequeños azulejos, únicos en todo el recinto.

Owen Jones

Uno de los primeros estudiosos del arte islámico fue el arquitecto de origen galés Owen Jones (1809-1874), que fue el superintendente de la famosa Exposición Universal de Londres de 1851, y autor de 'Plans, Elevations, Sections and Details of the Alhambra'. Owen Jones y su amigo Jules Goury realizaron un gran viaje entre 1832 y 1834 que abarcó Turquía, Egipto, Sicilia y el sur de España. Su objetivo fue el conocer y estudiar personalmente el arte islámico, en especial el hispanomusulmán. Ambos trotamundos británicos quedaron deslumbrados por la magnificencia de sitios como la Mezquita de Córdoba, los Alcázares de Sevilla, la Alcazaba de Guadix y en particular, la Alhambra de Granada, donde dejó su firma en uno de los muros alhambreños y que aún hoy se puede apreciar.

Impronta católica

Las primeras inscripciones que se realizaron en las estancias alhambreñas fueron las insignias y símbolos católicos, concretamente el yugo y las flechas de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, los escudos y demás emblemas del nuevo poder que se asentó en un palacio musulmán. El 'graffiti' más antiguo del recinto se encuentra en la Torre del Peinador de la Reina, en una de sus columnas, donde aparece grabada una cruz.

Las restauraciones y obras de acondicionamiento del monumento llevadas a cabo tanto por los Reyes Católicos como por Carlos V han dejado sus testigos particulares. Es el caso de la inscripción realizada por un artesano en la escalinata que daba acceso del Cuarto Dorado al Mexuar. En uno de los peldaños se ha descubierto recientemente la firma de uno de los trabajadores de los Reyes Católicos que quiso dejar la rúbrica en la obra que llevó a cabo.

La sala del 'graffiti'

Las habitaciones de la Torre del Peinador de la Reina constituyen un gran libro de firmas debido a que en ese periodo 'okupa' del monumento se ofrecía como un refugio ideal. La sala central y la llamada de la estufa fueron adaptadas por el emperador Carlos V para recibir a la emperatriz, pero nunca llegó a habitarlas al ser demasiado frías.

Las estancias son una especie de bombonera volada sobre las torres, un mirador excepcional hacia el Albaicín. En la parte superior, la de la estufa, sobre las pinturas renacentistas con imágenes del desembarco en Túnez de la flota imperial aparece un sinfín de 'graffitis', como si de un gran libro de firmas se tratara. Una multitud de autógrafos sobre las paredes forma parte de la misma decoración.

Algunas de las leyendas inscritas en estas salas datan de comienzos del siglo XVIII. La restauración realizada dejó al descubierto una verdadera galería del 'graffiti' decimonónico.


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