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Jardines de la Alhambra

El jardín es una aspiración del hombre que podemos encontrar a lo largo de todas las épocas y de todas las civilizaciones. El jardín árabe manifiesta el anhelo por el Paraíso mahometano. La vida del musulmán está ligada a la idea que tiene del paraíso, imaginado como un jardín, un lugar de delicias y placeres donde podrá alcanzar la completa satisfacción de sus anhelos. El Profeta anuncia:

«Dios ha prometido a los creyentes y a las creyentes unos jardines en los que corren ríos. En ellos vivirán eternamente: tendrán hermosas moradas en el jardín del Edén».

Por lo tanto, el jardín hispanoárabe se envuelve de todo aquello que le puede proporcionar placer a los cinco sentidos del hombre: para la vista, el color, la luz y la sombra; para el olfato, las plantas aromáticas o el dulce perfume de las flores; para el oído, el murmullo del agua; para el tacto, las distintas texturas de los materiales, y para el gusto, el sabor de los frutos. Todo el jardín está envuelto en un clima de sensualidad. 

El agua asegura a la vegetación una lujuriante exuberancia y constituye el elemento decorativo de mayor evidencia, apareciendo en fuentes, pilas, surtidores y sabios artilugios que la hacen vibrar en ondas o reflejos de luz. Por lo tanto y como nos dice el profesor Prieto Moreno:

«En todo jardín el agua es el elemento vitalizador, pero en Granada se convierte en esencia viva y dinámica de sus jardines, introducida por los musulmanes (...). Nada hubiera sido posible sin la habilidad con que los árabes hicieron las traídas de agua de las estribaciones de la sierra para regar sus huertas, y no se hubiera podido conseguir la profusión de fuentes y surtidores del Generalife y la Alhambra.»

En palabras del profesor Chueca Goitia:

«Cuanto más se contempla la Alhambra, más se tiene la sensación de que el ideal de los árabes era vivir sobre un jardín».

En las paredes se esculpen versos que mencionan las bellezas del jardín, se decoran con abstractos dibujos florales, y se colorean con tonos que harán resaltar la luz que penetra desde el exterior. El amplio uso de azulejos de vivos colores constituye otra de las particularidades de los jardines árabes.

 

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